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*Los
trabajos se realizan en coordinación y supervisión del INAH, quien determina la
forma y colores, dijo el padre Guardián Eulalio Hernández
*El
templo actual ha tenido varias intervenciones desde 1728 que se terminó de
construir, una de las más importantes fue la de Tresguerras
A. Pérez
La
comunidad franciscana dignifica el templo de la Inmaculada Concepción, patrona
de Celaya. Las obras, que llevan año y medio, consisten en decorar bóvedas,
paredes, pilastras y cúpula, acorde a su estilo, aunque no precisamente a su
decorado original. Todo bajo la autorización y supervisión del INAH.
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Fray Eulalio Hernández |
El templo
de la Inmaculada Concepción de Celaya, mejor conocido como el templo de San
Francisco, está bajo resguardo de la comunidad franciscana; ellos son quienes
decidieron llevar a cabo los trabajos de restauración y decorado del recinto
para dignificar “la Casa de Dios”, dice el padre Fray Eulalio Hernández,
guardián del convento.
El proyecto
empezó desde hace dos años, cuando los frailes decidieron realizar esta obra
con recursos de la propia comunidad, ya que la pintura que tenía era lisa y
estaba muy deteriorada por el paso del tiempo.
Se recurrió
al Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) para solicitar
autorización y apoyo para definir los adornos, grecas y colores, que deberían
llevar.
El INAH
nombró a la restauradora Gabriela Rodríguez como responsable de los trabajos,
quien junto con el decorador Roberto Gómez Pérez iniciaron los trabajos haciendo
calas en diferentes partes del templo para dar con el decorado y la pintura
original. Hallaron diferentes muestras, entre ellas la original de pintura de
tierra, rojo y negro, colores muy fuertes, agresivos, pero a la vez oscuros.
Con el
apoyo de una fotografía en blanco y negro de 1947, del archivo del convento, se
definieron las grecas, los colores los que sugirió el INAH, son colores
pasteles: chocolate, azul cielo, gris claro y rosa, en fondo blanco con
incrustaciones de hojas de oro falso (o de imitación de oro), comentó Roberto
Gómez.
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Fotografía de 1947 |
Las grecas
de los gajos de la bóveda, media luna y cuadrado llevan una secuencia de un
crucifijo dorado, una enredadera en filete y un medallón con una flor en pétalo
en el centro.
El padre
Guardián dice que en los colores no se pueden meter. Es el INAH el que los
determina, considera que de acuerdo a la arquitectura y a la época, ellos
tienen sus criterios técnicos, de acuerdo a los estudios que realizan de cada
lugar o monumento.
Los
trabajos del decorado del templo llevan año y medio y cada semana la comunidad
franciscana paga entre cuatro y seis mil pesos en materiales y en salarios,
dependiendo del material que se ocupe y del número de trabajadores, entre uno y
tres.
Hasta este
momento se ha decorado toda la bóveda del templo, del capitel hacia arriba,
desde el coro hasta el altar mayor, menos la cúpula, que va a hacer la más complicada,
por la altura. No se han tocado, ninguno de los retablos de cantera, ni el
principal ni los laterales, para ello no hay permiso, ni siquiera para
limpiarlos, porque hay una forma especial para hacerlo.
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Empezaron a decorar las paredes. |
En estos retablos
hay filetes y anillos dorados con hojas de oro en bruñido, son hojas de oro fino,
como en el retablo principal. Todo el dorado de las grecas en las bóvedas y
paredes del templo se hace con hojas de oro falso.
Dejando
para después el decorado de la cúpula, esta semana empezaron a decorar las
paredes laterales del capitel hacia abajo, dejando libre las columnas de
cantera y las pilastras; las pilastras van a llevar otro decorado, que aún se
está analizando, pero muy posiblemente van a llevar una acabado de sombra: un
gris sombreado con blanco y negro o un chocolate sombreado de blanco y amarillo
Nápoles.
Este
trabajo puede llevar todavía varios meses y aunque el padre Eulalio Hernández
dice que querían terminarlo en agosto, muy posiblemente se vaya hasta
diciembre, quedando pendiente el dorado de los retablos, pues en algunas
columnas ya se nota el desgaste, ya sea por el tiempo o por algunos elementos
que lo dañan, como el agua de los floreros.
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